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El día comienza como de costumbre en una residencia de ancianos a las afueras de Burgos. Las enfermeras controlan la presión arterial, los auxiliares reparten el desayuno y la televisión emite las noticias de la mañana. Todo parece normal. Pero hoy aparece un nuevo dispositivo en la sala. Parece una máscara, pero abre un mundo nuevo. Una mujer que acaba de cumplir 80 años se pone las gafas y se encuentra en medio de la montaña. Ante ella se extiende Atapuerca, un yacimiento arqueológico que nunca habría podido visitar. Ahora escucha la voz del guía, mira a su alrededor, en las antiguas cuevas, y sonríe como si hubiera vuelto a su juventud.

El envejecimiento de la sociedad plantea un nuevo reto para la ciencia. A medida que la población europea envejece, también lo hace la necesidad de acceso a la cultura, la educación y la actividad cognitiva. Mientras tanto, las investigaciones muestran un descenso del interés por la ciencia entre la generación mayor. Solo 7 de cada 100 personas mayores de 64 años están muy interesadas en temas científicos. Las razones son la movilidad limitada, el aislamiento social y los canales de comunicación obsoletos.

La Fundación Atapuerca y sus socios de la Fundación Reale han desarrollado un programa que aborda esta brecha. Utilizan la realidad virtual como herramienta para la transferencia de conocimientos. El proyecto Atapuerca, un paseo por la evolución, permite a las personas mayores viajar en el tiempo sin salir de sus habitaciones. Gracias a la reconstrucción digital, caminan por las excavaciones, escuchan los comentarios de los arqueólogos y aprenden sobre la historia de la humanidad. Todo ello en un entorno cómodo y familiar.

Cómo la tecnología reaviva el interés entre las personas mayores

El efecto de esta inmersión va más allá de una simple excursión. La realidad virtual afecta al estado cognitivo y emocional de los participantes. Algunos sienten una oleada de energía, otros recuerdan sus años escolares o su primera visita a un museo. Surge un sentimiento de pertenencia que a menudo se pierde con la edad. Estas experiencias activan la memoria, crean nuevas asociaciones y generan una motivación duradera por aprender.

El proyecto incluye no solo la inmersión en sí, sino también las fases preparatorias y de seguimiento. Antes de la sesión, los científicos explican los principios de la excavación y el descubrimiento en una conferencia. Después de la visita virtual, se realiza una demostración de arqueología experimental. Las personas mayores ven cómo se fabricaban las herramientas de piedra y pueden hacer preguntas directamente a los expertos.

Cada elemento del programa está diseñado para que el conocimiento sea accesible y memorable. Los participantes pasan por tres etapas clave:

  1. Introducción al contexto. Una explicación sencilla y comprensible ayuda a orientarse en el tema y despierta el interés.
  2. Experiencia inmersiva. Inmersión en una visita virtual con gafas de realidad virtual adaptadas a los usuarios mayores.
  3. Contacto directo con la ciencia. Encuentros personales con arqueólogos, en los que se comenta lo que se ha visto y se comparten recuerdos e impresiones.

Este enfoque combina la tecnología y el factor humano. No se basa solo en herramientas digitales, sino también en la participación de expertos, la atención del personal de la institución y la apertura de los participantes. Todo ello hace de «Atapuerca, un paseo por la evolución» un ejemplo de comunicación científica inclusiva de nueva generación.

Herramientas de un nuevo enfoque

En uno de los seminarios organizados por la Fundación Atapuerca en Burgos, el ambiente se parecía más a una visita a un museo que a un evento rutinario en una residencia de ancianos. Los participantes de edad avanzada, muchos de ellos con movilidad reducida, se pusieron gafas de realidad virtual y fueron transportados a un yacimiento arqueológico donde se estaban realizando excavaciones reales. Observaron las herramientas utilizadas por los primeros seres humanos y escucharon las explicaciones del arqueólogo en tiempo real.

Este tipo de eventos configuran un nuevo modelo de interacción entre las instituciones culturales y los grupos que antes estaban excluidos del proceso científico. El objetivo es crear condiciones que permitan la participación, de modo que ni siquiera las limitaciones físicas o cognitivas impidan el acceso al conocimiento. Los organizadores destacan varios aspectos clave en los que estos programas están dando buenos resultados:

  • Estimular la memoria mediante la inmersión en un contexto histórico
  • Facilitar el aprendizaje con elementos visuales y auditivos.
  • Desarrollar el compromiso emocional a través de una sensación de presencia real.
  • Potenciar la autoestima a través de la participación en el proceso científico actual.
  • Crear rutinas culturales que se conviertan en parte de la vida cotidiana.

Este enfoque reduce las barreras entre generaciones y disciplinas. En lugar de la educación formal, hay una conexión viva; en lugar de la alienación, hay inclusión. Esto nos permite replantearnos la lógica misma de la comunicación científica y redefinir quiénes pueden considerarse sus participantes.

El proyecto Atapuerca, un recorrido por la evolución, demuestra que la tecnología no solo puede entretener o informar, sino también conectar generaciones al romper las barreras entre el conocimiento científico y los grupos vulnerables. La realidad virtual en las residencias de ancianos no es un gesto de atención cortés, sino una estrategia cultural en toda regla basada en el respeto, la accesibilidad y el deseo de involucrar a todos. Este modelo puede servir de referencia para otros países e instituciones que deseen promover la difusión inclusiva del conocimiento.